Últimamente cuando me preguntan como estoy, siempre digo que bien. Y después me quedo sin saber que decir. No se que más decir porque la verdad no se cómo me siento.
Siento que actúo por inercia y los días me pasan. Hago lo mismo de siempre, pero en privado me siento lenta, triste, sin saber para que lado arrancar. Estoy porque tengo vida, pero por dentro me siento inerte. La verdad es que no me dan ganas de decirles como estoy a los que me preguntan. Prefiero encerrarme, escucharte como estas vos y que la conversación siga porque a mi no me da el cuero para hablarte de mí.
Hace más de 2 meses se fue al cielo de los perros, mi perro, mi amor por elección, Teo. Ya se que estoy grande para decir lo que dije, pero decirlo de otra forma es más frío y triste para mí. Desde entonces experimenté toda clase de sentimientos y situaciones. Desear que no, intuirlo, tener fe en que se salvaba, tristeza por verlo caído, incertidumbre por no saber que pasaba, miedo. Amor, apoyo, alivio, miedo de nuevo. Miedo todo el tiempo. Llorar, conectarnos con la mirada. Tener confianza en su neurólogo. Llorar mil veces. Perder las ganas. Sentir un poco de optimismo. Miedo de nuevo, para definitivamente perder las ganas de absolutamente todo.
Desde que pasó, me llené de actividades para no estar sola en mi casa extrañandolo más. Lo que yo no me imaginaba era que se me iba a acumular una bola de angustia en el pecho y que un día iba a necesitar explotar aunque nadie, o pocos puedan entenderlo. Claramente no me sirvió llenarme de actividades porque no se puede evadir o tapar lo que uno siente. Uno debería transitar la tristeza como cada uno puede afrontarlo. Por eso escribo.
Cuando uno elige un perro para su vida, no piensa en el "algún día se me va a morir", no. Pesa más el sentimiento de amor y alegría, que ese pensamiento triste. Pero cuando pasa, y cuando me pasó, no supe que hacer. Todo lo que había hecho y dedicado en 14 años se me fue. Los últimos 3 años fueron dedicarlos a él y a hacer todo lo posible para que viva bien, con altibajos importantes, pero siempre saliendo adelante. Y de repente, un día, todo eso se terminó. Ese esfuerzo, todo ese tiempo, esa energía, esa angustia y esperanza, se van con él. Y en una gran parte, yo también me fui con el.
El sentimiento de aniquilación del corazón no se me va con nada, por que cada vez que lo pienso lloro. Abro la puerta de mi casa y no lo veo. Ya no lo veo al lado de mi cama mientras duerme. Ya no lo puedo pasear en el canasto. Ya no dormimos siestas juntos. Es un mundo entero de "ya no" y eso es más triste que todo lo triste que experimente en mi vida hasta ahora. Al mismo tiempo, ese vacío que se abre, cuando todo lo que hacía era ocuparme de él, me deja con una sensación aún más grande de vacío. No se en qué ocupar ese tiempo, porque me gustaba usarlo en el.
Esa noche no me podía dormir porque sentía miedo. Todas las noches de todas las veces que el estuvo internado me acostaba asustada, en alerta por cualquier cosa. Y ese día, cuando finalmente logro dormirme, me llamaron a las 4 am para decirme que había fallecido. Me levante sobresaltada, corriendo hasta el living, agarré el teléfono y desde ese momento no me acuerdo lo que le dije a la chica que me lo dijo, solo me acuerdo que exploté en llanto y lloré como nunca había llorado abrazada a mi novio. En ese exacto momento, sentí cómo se me derrumbaba todo. Soledad instantánea y un pisoteo al corazón que me liquidó. Me mató.
Mi culpa y preocupación era haberlo dejado solo, sin nadie que lo acaricie o le de un beso de adiós. Yo quería estar ahí para él. Como siempre estuve. Nuestras mascotas son sabias, están alineadas y conectadas a sus dueños. Esa madrugada que el eligió irse, me ahorró a mí, tener que hacer algo que ni yo ni su neurólogo queríamos hacer 6 horas después. A la mañana siguiente lo fui a ver, lo abracé y le pedí perdón por no haber estado ahí para el. 10 días después me llegaron sus cenizas, y cuando sentí el peso de esa cajita, me volví a derrumbar.
Los días después fueron y son más difíciles. Pocos son los que pueden conectarse con este sentimiento, muchos son los que dicen entenderlo. Yo siempre pensé que el día en que Teo se fuera, no iba a saber que hacer, y tenía razón.
Le puse Teo sin saber que significaba Dios y cuando me enteré, después de muchos años entendí por qué lo había hecho. El es todo para mí.
Este bordado me lo regalaron dos amigas que sabían que iba a significar todo para mí. Por eso cada vez que me despierto lo veo, me siento un poco más cerca de el y agradezco haberlo tenido en mi vida y haber sido parte de la de el. Tener a Teo fue lo mejor que me pasó.